domingo, 16 de marzo de 2014

El Vecino eterno del Sagrario

Compartimos con todos vosotros el hermoso texto que fue publicado en el día de ayer por Alberto de Faria Serrano en el presigioso portal web www.artesacro.org en referencia al Santísimo Cristo de la Corona.


A través del Antifaz. El Vecino eterno del Sagrario. Alberto De Faria Serrano

En la esfera de lo cotidiano y de lo mundano, siempre hay un signo de esencia y permanencia. Nada hay mas trascendente que aquél ser valioso que siempre esté solícito. Dispuesto. Entregado cuando alguien le necesita. Pese a su diáfana sencillez, su nítida bondad y su transparente generosidad, nunca querrá ningún mérito. Preferirá la modestia del anonimato, porque no supondrá para él mas que un acto de servicio con sus semejantes. Optará por el segundo plano cuando todo haya pasado porque su labor ya ha sido realizada. Aprovechará la confusión del momento para que el brillo de su alma no ciegue el resplandor de su nombre. Cuando así es tratado y aceptado, es visto como un perfecto Rey sin corona.

Y resulta que Sevilla siempre ha tenido un vecino que siempre ha estado en el mismo sitio y que siempre ha estado al lado de generaciones y generaciones de sevillanos devolviéndoles el cariño y la devoción que le han profesado. Y mira por dónde ya no le ponen corona porque ademas, tampoco la ha necesitado. Siempre en su apartado altar de jaspe pero digno de su majestuosidad humana. En su recóndito rinconcito pero concitando la atracción piadosa de decenas y decenas de ojos prendidos de compasión y esperanza. Como desbordado por el cielo de piedra diseñado por Miguel de Zumárraga, pero revestido de su humilde magnificencia. Como incomprendido por llevar el madero del revés, pero ensimismado sutilmente en la resignada misión divina de aceptar su sacrificio. Como meditabundo por su condición mortal pero sufridor por entero de todos nosotros.

De la estirpe medieval de la devoción dirigida a la Corona de Espinas, su efigie felizmente realza el suntuoso y marcado pliegue de su túnica con una naturalista definición de las telas encoladas que en tantas otras seguimos añorando; y la hermosa plasmación de la bondad y la espiritualidad humana en su expresión que le sitúan dentro de la mejor tradición manierista de finales del dieciséis.

La ruda soga que le ata a nuestro destino es el contrapunto de su mirada ensimismada y perdida; Su madero definitivo es el robusto bastión arbóreo al que abraza porque desde él construye su leyenda y su evangelio. Se nos gira su rostro compasivo como inaprensible llamada de atención; donde se concita todo el inmenso universo de su Misericordia.

Tiempo ha, guió en la senda cofrade a los aduaneros del Puerto y puerta de Indias; conquistaría a los mismísimos Roldán y Montes de Oca, priostes ilustres a los que sin duda alguna llegó a inspirarles. Durante siglos ha estado en el corazón de tantos anónimos sevillanos; y así como se respeta la humildad de los seres tocados con el don y el ángel de la ternura y la sencillez. Hoy hemos terminado por Coronarlo en un paso que nunca tuvo y le hemos quitado lo que nunca ha querido; la Corona de Espinas.

A veintisiete lunas para que abra de par en par la Puerta de los Palos y la del Perdón.